30 de abril de 2012

Lo Primero: La persona



Si me llamase Alejandro
y me apellidara Fernández,
dejaría de matar el tiempo con las plumas,
de arrancar miradas muertas y,
de joder las siestas de la gente...


Si fuera el tipo ese,
me preocuparía por leer al último poeta,
por mirar de seguir desvelando las noches tempranas,
por buscar, de alguna manera en algún lugar,
un día con mañana, tarde y noche.
                                                                                                                                        

Si fuese el tío de los ojos oscuros,
el pelo carcomido en la entrada,
la barba que tapa su cara
la voz que utiliza para incordiar
y estropear tímpanos,
 con mil dedos en una mano rota
que engaña para que describan poesía…

Si me apellidara Fernández,
quizás no me llamase Alejandro,
pues el viento se llevó mi nombre
y lo dejó tirado en alguna escombrera del norte...


Jandro.

25 de abril de 2012

Primer epitafio: exordio a la tumba

Estamos preparados para sobreponernos.
Pero quizás no. Quizás es
nuestra más mimada ilusión.

Como una cebolla, capa a capa,
sin contarlas,
que al final se desintegra;
que se queda en nada.

Es la poca preocupación que me transmite
el no restar sus pieles:
de esto emana el alma del desaliento.

No estamos preparados para sobreponernos.



24 de abril de 2012

Prólogo: frivolidad del comienzo

El acto vomitivo
de que tu cuerpo no refleje
sino un resplandor difuso.

Las ondas que se crean en la desembocadura
del río a causa de ese mar
que reclama su vida,
su lirismo.

Sujete así el pincel
el pintor de las manos frías
y plasme su desalma.

Son las memorias de unos dedos
en corrosión, el feo desaire
dirigido al tiempo.

15 de abril de 2012

De Puerto en Puerto

Aunque a la luna de marzo le falte un abril,

le dije que no me importaría aquello,

que me daba igual tener que dormir en un cuchitril.

¡Qué coño me iba a importar tener que morir!

si el final del camino nunca nadie lo ha visto,

¡Qué más me da dejar de llorar por ti!

si las persianas de la fachada están todavía cerradas...


Me pidió que le azulejara de azul oscuro su corazón.

Que alicatara con retales de amor las esquinas

y que no dejase huecos sin cubrir,

pues sentada al frío por las mañanas,

tiritaba y los sueños se fugaban por las rendijas…


De cenefas azules y blancas le decoré la cara.

El viento nordés me perdió por aquél callejón,

de incógnito y sin razón de ser,

me disfracé de luz y entré.


Por el túnel del silencio me encogí, y llegué a ver

que la tranquilidad de la mañana fría

se había convertido en una calurosa tarde de primavera sin luz ni día.


JANDRO.